SHOW
Cruzo la calle desierta, alguna calle muerta de algo que se quedo a mitad de camino entre pueblo y cuidad. El reloj marca las tres y media. Como si recién abriera los ojos después de una pesadilla horrible, miro alrededor. La noche no me deja ver demasiado, no hay estrellas, ni siquiera la luna se distingue; un olor en el aire anuncia lluvia.
La calle está inquietantemente silenciosa. En cuanto piso la cuadra siguiente, me asalta esa sensación que siempre sucede al inicio de cualquier acto heroico: Tengo miedo. Extraña sensación, obliga a uno a arrepentirse tremendamente de haberse decido a caminar solo las pocas cuadras que lo separan de su casa. Acelero el paso, intento no pensar en nada demasiado oscuro o demasiado silencioso.
Se escuchan pasos. Por la vereda opuesta distingo la silueta de un hombre caminando despacio casi a la par mía. Cuando pasa bajo el cartel de un pequeño kiosco no puedo evitar observar su apariencia. Los pantalones enormes, la gorra, la remera de algún equipo que no distingo, las zapatillas. Para muchos seria más fácil decir simplemente que era un negro, un villero. A mi me parecería horrible. Nunca toleré a gente así, tan llena de odio, tan cegada por los prejuicios.
Sin embargo cuando el hombre cruza la calle hacia mi vereda, no puedo evitar sentir miedo. En ese momento, como si algo me hubiera manchado, me odio.
Camino cada vez más rápido. Las palabras se agolpan en mi cabeza: paranoia, miedo, inseguridad, prejuicio. No puedo entender la razón de esa reacción tan inesperada, tan repulsiva. Al fin y al cabo, pienso, todas esas noticias sobre secuestros y robos, sobre golpes y asesinatos, todo ese show de la inseguridad, todo ese espectáculo de la paranoia montado solo para despertar miedo, para dar razones a un desprecio sin sentido, me ha trastornado tanto como a cualquiera.
No puedo evitar pensar que el show esta tan bien montando que incluso conociendo su designio odioso, que incluso aborreciéndolo logra afectarte tan profunda, tan inconscientemente.
El hombre acelera el paso, el corazón me da un vuelco y esa reacción se vuelve otra mancha. Otra seña innegable de que no soy un simple espectador, una simple victima del show, sino un actor-cómplice, una parte clave de la escena grotesca. En ese momento me odio tanto como odio el espectáculo.
La lluvia me golpea la cabeza, escucho que los pasos del hombre se aceleran. La lluvia se vuelve diluvio y él empieza a correr. Mis piernas deciden correr también, mi cabeza a punto de estallar, no responde, no objeta. Solo pienso en que no me alcance y ese pensamiento se vuelve otra mancha asquerosa, insoportable, culposa. Corro diez cuadras seguidas hasta que mis piernas me gritan que me detenga. Ya no se escuchan los pasos, la lluvia no debe dejarme oírlos, pienso. Me detengo jadeando y me reclino contra un paredón. La lluvia es una cortina gris que no deja ver nada.
Pasan algunos minutos, el diluvio se vuelve otra vez llovizna. Puedo reconocer donde me encuentro. Solo a dos cuadras de mi casa. La calle esta desierta, no hay señales del hombre de gorra y pantalones enormes.
Llego a la puerta de mi casa. La cabeza me da vueltas. Introduzco la llave en la cerradura y por primera vez, la giro sin mirar hacia los costados. Entro desesperado, me recibe el pitido infernal de la alarma., marco el primer número de la clave, pero me detengo en seco y sin pensarlo arranco de un solo tirón el pequeño panel.
Atravieso el pasillo y el teléfono empieza a sonar, seguramente la agencia de seguridad. Entro en la habitación y me acerco hasta la mesa de luz donde el teléfono chilla insoportablemente, siento como si mi cabeza fuera a explotar, lo lanzo contra la pared y estalla en pedazos.
El dolor en la cabeza es inaguantable. Sin embargo me las arreglo para destruir uno a uno todos los demás actores de la función odiada. Aplasto la radio con un pisotón, arrojo el televisor al piso, de un puñetazo destrozo el monitor de la PC. Después de romper todas las puertas y ventanas de la casa me siento, exhausto en el borde de la cama de mis padres.
No voy a formar parte del show, me digo para mí, mientras escucho las sirenas de los patrulleros y busco el arma que mi papa guarda bajo la cama.
[Facu]